http://www.gestalt-terapia.es/wp-content/uploads/2011/06/j0309600.jpgSobre la dependencia se ha escrito mucho desde diferentes aspectos. No se puede negar que todos experimentamos el afecto, las emociones y los sentimientos, dependiendo de la manera cómo nos comportamos. Cuando esto se manifiesta da origen a la dependencia que llamamos emocional, que si no se sabe manejar, puede originar serios problemas que pueden dar paso a desequilibrios físicos y psíquicos, si la dependencia afectiva no se ha podido controlar.
La Dependencia Emocional es un trastorno de la personalidad enmarcado dentro de las dependencias afectivas. Sin embargo, para otros autores, se trata de un trastorno adictivo, en el que el objeto que provoca la adicción es la relación de pareja, y su objetivo es llenar un vacío en el sujeto que la padece. Se relaciona con las emociones y la capacidad/calidad para establecer vínculos significativos con otras personas.
La dependencia emocional es un patrón crónico de necesidades emocionales insatisfechas desde la infancia que ahora de adultos buscamos satisfacer, mediante relaciones interpersonales muy estrechas.
El dependiente emocional continuamente se encuentra sufriendo graves necesidades emocionales, principalmente de falta de afecto. No espera o busca cariño porque nunca lo ha recibido y tampoco por esa misma razón esta capacitado para darlo. Simplemente se apega a alguien que idealiza. Su deficiente autoestima le provoca fascinación al encontrar una persona tremendamente segura de sí misma, con cierto nivel de éxito o capacidades, a veces más supuestas que reales. Entiende el amor como “apego”, enganche, sumisión, admiración a la otra persona y no como un intercambio recíproco de afecto
Necesitan excesivamente la aprobación los demás.
 Por supuesto, a medida que el vínculo es más relevante la necesidad es mayor, pero también hay cierta preocupación por “caer bien” incluso a desconocidos. Este es uno de los rasgos más molestos en estas personas, motivo frecuente de enfados y rupturas. La necesidad de la pareja (o del amigo, hijo …) es realmente una dependencia como se produce en las adicciones, lo que genera que el otro sujeto se sienta con frecuencia invadido o absorbido. El dependiente emocional quiere disponer continuamente de la presencia de la otra persona como si estuviera “enganchado” a ella.
Generalmente adoptan posiciones subordinadas a las relaciones, que se pueden calificar de “relaciones asimétricas”. Su papel se basa en complacer el inagotable narcisismo de sus parejas, pero lo asumen siempre que sirva para preservar la relación. Esta característica ha sido muy estudiada en la investigación sobre la personalidad conducen al dependiente emocional a una continua y progresiva degradación.
Esta subordinación es un medio, y no un fin. Es importante diferenciar la subordinación altruista, que puede darse en personalidades abnegadas o en codependiente, de la egoísta, que es la que aparece aquí. Los dependientes emocionales dan para recibir por su terrible anhelo de mantener la relación, como el jugador patológico gasta todos sus ahorros por la irresistible necesidad de continuar jugando.

Sus relaciones no llenan el vacío emocional que sufren, pero sí lo atenúan. Las parejas que forman suelen ser tan insatisfactorias como patológicas porque no se produce un intercambio recíproco de afecto, responsable del incremento de la autoestima y de la calidad de vida de sus componentes. Sin embargo, estas personas están tan poco acostumbradas a amar y a ser queridas que no esperan cariño de su pareja, simplemente se enganchan obsesivamente a ella y persisten en la relación por muy frustrante que sea. La rotura les supone un auténtico trauma, pero sus deseos de tener una relación son tan grandes que una vez han empezado a recuperar buscan otra con el mismo ímpetu. A pesar de lo patológico e insatisfactorio de este tipo de relaciones, el trauma que supone la ruptura es verdaderamente devastador, y constituye a menudo el acontecimiento precipitante de episodios depresivos mayores.
Presentan cierto déficit de habilidades sociales. Su baja autoestima y constante necesidad de agradar impide que desarrollen una adecuada asertividad. Además, si su demanda de atención hacia otra persona llega a ciertos límites, pueden manifestarse sin importar.
La relación conduce a una continua y progresiva degradación: Soporta desprecios, maltrato físico o emocional y humillaciones. No recibe verdadero afecto, sus propios gustos e intereses son relegados a un segundo plano.
Vive preocupado por caer bien, incluso a personas que ve por primera vez o desconocidos, se empeña en lucir una buena apariencia. Expresa de distinta manera sus demandas de atención y afecto: haciendo regalos o favores que no le piden, preocupándose y estando pendientes de los demás, etc.